En la Sesión especial del 7 de diciembre del año pasado, se declararon como ciudadanos ilustres a dos personalidades de rubros tan diferentes pero cuyo impacto en la sociedad dejo marcados los valores de la solidaridad, el respeto y la calidad humana.
En aquel mediodía legislativo, se aprobó el proyecto para distinguir como Ciudadano Ilustre al humorista y actor, Carlitos Balá, por iniciativa del diputado de PRO, Roberto Quattromano, y la vicepresidente 1° del Palacio Legislativo, Carmen Polledo.
«Es el reconocimiento máximo de la Ciudad a un excelente artista y mejor persona, quien entretuvo y sigue entreteniendo a varias generaciones. Carlitos significa un emblema y referente cultural no solo para los porteños, sino en todo el país. Sus personajes y frases inolvidables, con un humor sano y familiar, perduran en el tiempo», expresó Quattromano.
Carlos Salim Balaá, conocido popularmente como Carlitos Balá, nació el 13 de agosto de 1925 en el barrio porteño de Chacarita. Hijo de Mustafá, un inmigrante libanés, y Juana Boglich, una argentina descendiente de croatas, comenzó realizando monólogos y bromas a pasajeros de la línea 39 de colectivos. El humorista infantil ha trabajado en el rubro radiofónico, televisivo, cinematográfico, teatral y musical. Sus humoradas y chistes cruzaron a varias generaciones de abuelos, padres e hijos y quedaron inmortalizadas en el tiempo.
En el mes de noviembre del 2016, fue recibido por el Papa Francisco, quien le entregó en el Vaticano la distinción de «Embajador de Paz».
Ese mismo miércoles, la Legislatura declaró Ciudadano Ilustre al sacerdote Lorenzo de Vedia, conocido como Padre «Toto», por iniciativa de la jefa del Bloque Peronista, María Rosa Muiños.
El Padre ‘Toto’ integra el equipo de Sacerdotes para las Villas de Emergencia, fue designado en 2014 como capellán del Movimiento de Trabajadores Excluidos y de los Trabajadores Cartoneros y conduce desde 2011 la parroquia Virgen de los Milagros de Caacupé que se encuentra en la Villa 21-24, de Barracas, en la Comuna 4.
«Desde una vocación sacerdotal que marca su opción de vida por los pobres, ‘Toto’ trabaja sobre los valores que identifica en la villa y que no siempre trascienden públicamente. Donde otros sólo ven delincuencia, drogas y violencia, él encara un trabajo comunitario positivo promoviendo la integración urbana y social de esos vecinos al resto de la Ciudad», sostuvo Muiños.
«Su labor en materia de derechos humanos se destaca por el trabajo en la recuperación de adictos en los asentamientos, la lucha por concientizar sobre la no criminalización del adicto, la no discriminación de la pobreza, la integración en reemplazo de la marginalidad, y la superación de esas condiciones con salud, vivienda, educación y trabajo», concluyó la legisladora peronista.