La heladera en cuestión había sido hallada abandonada en la avenida Triunvirato, aunque tuvieron que nivelarla para poder utilizarla para este fin. En la parte de arriba de la heladera hay libros para adultos y en la de abajo, para niños.
Y sobre la puerta de la particular biblioteca se puede leer el siguiente texto: “Un hábito curioso de la domesticidad porteña es el de abrir mecánicamente la heladera en la esperanza de descubrir que el objeto de nuestro antojo haya aparecido espontáneamente donde hasta hace cinco minutos no había más que repollitos y caldos a medio usar. Tal es una prueba de nuestra fe colectiva en la magia. Hoy el gesto se repite, con algunas variaciones cruciales: la heladera está en la calle, no tiene motor ni corriente eléctrica que la sustente, y en su interior hay libros. No se desanime: nuestra heladera Siam roja, reacondicionada como “Biblioteca libre de Praga”, sabrá responder con diligencia y cariño de abuela a su apetito esporádico: bocaditos narrativos, broquetas de versos, sandwiches históricos, picadas biográficas y otros tentempiés, todos ellos bien preservados gracias a la frescura de nuestros vecinos. Buen provecho”.